Redacción MELISSA M. LAGUNA
María Claudia Cambi era profesora de Derecho de las Obligaciones en la Universidad del Rosario (Argentina) hasta que una beca para realizar un master en Derecho de la Unión Europea en La Universidad Carlos III de Madrid la trajo a España. Actualmente vive en Valencia, donde trabaja como directora de comunicación y relaciones internas en una empresa dedicada a la mensajería.
María Claudia se hizo adulta con la democracia de su país, comenzó a estudiar Derecho en el último año de la dictadura argentina. Ya desde entonces, esta mezcla de Mafalda y de su amiguita Libertad –como ella se define- se propuso dedicar parte de sus energías a hacer algo por el mundo. Sabe que ella sola no puede cambiar las cosas, pero cita la pequeña Libertad y dice que “una pulga no puede detener una locomotora, pero puede llenar de ronchas al maquinista”.
La discriminación es un problema ante el que María Claudia no ha permanecido impasible. Un problema que, como ella defiende, debemos abordar con sinceridad, ya que todos -y ella misma se incluye- en mayor o menor medida hemos tenido actitudes discriminatorias que pueden ir desde contar chistes de mal gusto hasta pensar en dejar de contratar a alguien por temas de raza, discapacidades o nacionalidad. María Claudia aboga por una reflexión sin hipocresía sobre nuestras actitudes cotidianas: “Hemos crecido en sociedades que nos han enseñado eso. Pero no tenemos que avergonzarnos, sería hipócrita si te dijera que nunca tuve una actitud discriminatoria. Por eso creo que tenemos que asumirlo sin culpa, tomar conciencia y tratar de conducirnos de manera de que no se repitan esas conductas”.
María Claudia cuenta que, aunque no le guste, puede tolerar esta discriminación que hacemos de manera inconsciente siempre que se trate de corregir. Lo que le desasosiega soberanamente es la discriminación que se hace de forma deliberada y consciente. Un día descubrió la existencia en Facebook de un grupo llamado “Basta ya de extranjeros, los españoles primero” y decidió poner su granito de arena contra este tipo de discriminación a través de la red creando el grupo «Yo también soy…» DENUNCIEMOS LOS GRUPOS DISCRIMINATORIOS. “Me pareció tremendo, reflejaba lo bajo que podemos llegar a caer en épocas difíciles y lo sencillo que es ensañarse con el débil”, asegura.
Si en el mundo real las medidas encaminadas a erradicar la discriminación de las minorías fallan porque siempre hay quienes son capaces de sortearlas o evitarlas, cuánto más puede pasar en el universo virtual. En redes sociales como Facebook prolifera la creación de grupos de alto contenido racista, xenófobo, homófobo o sexista que se dedican a atacar alegremente los derechos y libertades de las minorías. Ante la incapacidad (o falta de interés, no sé muy bien como calificarlo) de las compañías propietarias de las redes sociales para poner freno a esta tendencia se hace necesaria la aparición de un movimiento ciudadano que actúe desde dentro de ellas haciendo las veces de Ángel Guardián de las minorías agredidas. Y es exactamente esa labor de Ángel Guardián la que ejercen desinteresadamente todos y cada uno de los miembros del grupo de Facebook «Yo también soy…» DENUNCIEMOS LOS GRUPOS DISCRIMINATORIOS.
La declaración de derechos y responsabilidades de Facebook, la que todos los usuarios aceptamos en el momento de crear nuestras cuentas, recoge en su artículo quinto la protección de los derechos de otras personas. En teoría, cuando el usuario acepta esta declaración se compromete a no publicar contenidos ni a realizar acciones que atenten contra los derechos de otros o que infrinjan la ley de algún modo. En el caso de contravenir ese compromiso, Facebook estaría habilitado para retirar los contenidos denigrantes para terceros. Aquí -denunciando cuando se incumplen estos principios- es donde entran en acción los 2.153 Ángeles Guardianes que integran el grupo creado por María Claudia, 2.153 a fecha de hoy que pueden muchos más si tú, tú y tú os unís a ellos.
Desde el grupo fundado por María Claudia proponen colaborar con la causa de Nemat Safavi. Iraní de 19 años, encarcelado desde los 16 y condenado el pasado año a morir ahorcado por homosexual
La unión hace la fuerza: una sola denuncia puede pasar desapercibida, pero miles no. Ésta es la filosofía que subyace en el, como le gusta llamarlo a María Claudia, grupo del patito. En su sitio web se dan todas las pautas y consejos necesarios para denunciar a los grupos discriminatorios y lograr su cierre. Lejos de lo que pueda parecer, es algo fácil y sencillo que se resuelve principalmente enviando un correo electrónico a dos direcciones (abuse@facebook.com y privacy@facebook.com) en el que se incluya un link a la página discriminatoria, una descripción de su actividad y una referencia a las normas de uso de Facebook. Correo que, si lo deseamos, ni siquiera tendremos que redactar porque «Yo también soy…» DENUNCIEMOS LOS GRUPOS DISCRIMINATORIOS se encarga de poner a disposición de sus miembros modelos de denuncia que sólo tendrán que copiar, pegar y enviar. Existen otras formas de denuncia como pinchar en la opción “Denunciar grupo” que aparece abajo a la izquierda de la pantalla en las páginas. Sin embargo, desde el grupo del patito advierten que siguiendo este procedimiento no siempre se tiene éxito.
A la pregunta de si merece la pena, de si acciones como las emprendidas por este grupo sirven para algo, María Claudia responde citando a Eduardo Galeano: “Son cosas chiquitas. No acaban con la pobreza, no nos sacan del subdesarrollo, no socializan los medios de producción y de cambio, no expropian las cuevas de Alí Babá. Pero quizá desencadenen la alegría de hacer, y la traduzcan en actos. Y al fin y al cabo, actuar sobre la realidad y cambiarla, aunque sea un poquito, es la única manera de probar que la realidad es transformable».
Enlaces relacionados:
☺ Evitar el uso de las redes sociales como plataforma para racistas y homófobos
También puedes unirte a:
☺ Denunciemos los grupos homófobos en Facebook
sosiegos y desasosiegos... 
